«Ve a por tus sueños y no permitas que los hombres pequeños te contagien su inmundo veneno, pues no pararán hasta transmitirte su resentimiento y su maldita castración. Que no te preocupe fracasar porque siempre ganarás y siempre perderás. Ríe, llora, sufre, vence y di a las personas lo que sientes por ellas. Acumula experiencias, no esperes a que sucedan, porque la única verdad es que el tiempo se va y la muerte viene».
«Alex oía su propia respiración chocar contra el paño negro que lo cegaba, el sonido de unas pesadas puertas al abrirse precedió al vocerío de una algarada que se abatió sobre él como una ola. Notó que lo llevaban al exterior, la claridad del día atravesaba su capucha con finos rayos de sol que se le clavaban en los ojos. Empezó a sentir las piernas y, apoyado en los hombros de sus guardianes, dio unos torpes pasos. Percibía que avanzaban de forma atropellada entre una muchedumbre y el calor húmedo del remolino de cuerpos que lo zarandeaban y lanzaban puntapiés a su paso. Se detuvieron en su avance, subieron un pequeño escalón y lo giraron hacia la concurrencia, la voz de Laman se sobreponía a los gritos de los milicianos allí reunidos».
«El tedio que caracterizaba la vida social del pueblo se había metamorfoseado en un aliento de mal agüero que iba de boca en boca. Los viejos decían que la ambición de un joven había traído una tragedia que se veía venir, los hombres hablaban de una venganza por una infidelidad, las madres advertían a sus hijos que un asesino andaba suelto y no les permitían salir de casa. Todo Freer bullía de teorías sobre la muerte de un hombre que a nadie había interesado en vida».