Repito con Neil Gaiman después de haber disfrutado con Coraline y vuelvo a salir encantada con el resultado.
El libro del cementerio es una historia que me hizo reencontrarme con mi yo niña, me hizo fantasear con miles de aventuras en un cementerio y ser consciente de cuanto se pierde cuando creces.
El protagonista, Nad, es un niño vivo acogido en el cementerio cuando solo es un bebé. A partir de aquí, pasará a formar parte de la gran familia de fantasmas que conviven en el cementerio, será instruido en asignaturas rutinarias y otras no tanto y afrontará los peligros de los que huía siendo un bebé.
Podemos conocer a Nad más en profundidad al compararlo con otros niños de su edad y el resultado es que las condiciones en que ha crecido le han hecho ciertamente peculiar. Eso no significa que sea malo. Todo lo contrario. Sin embargo, al desconocer muchas cosas del mundo que hay al otro lado de la verja tendrá que aprender por las malas lo que es la vida.
Como personajes secundarios, considero únicamente a Silas y la familia Owens. Me hubiera gustado saber más de Silas. Se le considera un hombre misterioso, que no está muerto ni vivo, pero como Nad tiene residencia honorífica en el cementerio. Sí que es verdad que a lo largo de la historia se ve que tiene muchas desapariciones misteriosas, pero luego todo encajará cuando nos acerquemos al final.
No me esperaba ese giro del final. Me ha sorprendido bastante y tengo que reconocer que soy de la opinión de Skye. A pesar de todo, Nad se comporta como alguien responsable y guiado por sus conocimientos del cementerio.
El libro del cementerio hace a los adultos retrotraerse a una época en la que todo era posible y a los niños disfrutar de una mágica historia llena de aventuras sinfín.