Autor: John Updike
Título: Las brujas de Eastwick
Tapa blanda, 281 páginas
1984, Plaza y Janés
Argumento
A finales de los años sesenta, ni siquiera la provinciana Eastwick, una pequeña población de Rhode Island, permanece ajena a los cambios que erosionaban los cimientos de las costumbres y la moral del país. En ese pueblo olvidado, tres divorciadas han descubierto no sólo que tienen dotes artísticas: Alexandra esculpe, Jane toca el violonchelo y Sukie escribe, aunque sea una columna de cotilleos, sino que, además, poseen poderes mágicos y son capaces de desatar tormentas, transformar objetos o provocar accidentes. Las tres parecen malbaratar sus dones en pequeñeces y mezquindades, como acostarse con los maridos infelices del pueblo, hasta la llegada del misterioso Darryl Van Horne, un soltero que las seduce –metafórica y literalmente– a todas. Sin embargo, ciertos hechos acaban enojando de tal modo a las brujas que éstas no dudarán en emplear todo su poder para vengarse. La novela fue adaptada a la gran pantalla en 1987 por John Miller con Jack Nicholson, Cher, Susan Sarandon y Michelle Pfeiffer como protagonistas principales.
Reseña
Conocedora de la película que surgió a raíz del libro y de la que disfruté mucho en su día, me animé a leer este libro queriendo reencontrarme con esos mismos sentimientos, pero no fue así ni mucho menos. Es de las pocas veces que he elegido un libro sin leer las reseñas que he tenido y eso, al final, lo he pagado.
Para empezar, la trama es totalmente distinta a la de la película lo cual no quiere decir que el libro sea malo. El autor, eso sí, se va demasiado por las ramas, extendiéndose en detalles de pensamientos y acciones de los personajes que no tienen nada que ver con lo que está ocurriendo en ese momento.
Para mí este libro tiene mucha paja y con la mitad de páginas hubiera sido suficiente. Ha habido momentos en que he dudado de si seguir leyendo o no debido a las largas peroratas de alguno de los personajes. Creo que en sí, esperaba mucho más y se me ha quedado a medio gas. Es una verdadera lástima.