Que La cordura del idiota es una novela que huele a pólvora, a sudor y al desencanto de la España vaciada es algo que supimos desde la primera lectura del manuscrito. Y que teníamos algo muy bueno entre las manos también. Pero la edición es siempre un salto al vacío. Ahora sabemos que es de lo mejor que le ha pasado al noir español durante el último año: se ha hecho con el premio Novelpol 2020 , acumula miles de lectores, decenas de reseñas positivas y acaba de anunciarse que es finalista del premio Tormo Negro Masfarné, que se falla en septiembre. Además, muy pronto estará disponible en audiolibro.
Toni Trinidad, ese poli local, que es de hecho todo el cuerpo de la policía local de Ascuas, es tan leal, peculiar y tierno que se nos ha quedado dentro, en el lugar en el que alojamos a los personajes que no queremos que nos dejen. Tampoco nos olvidaremos de Vega, ni del Triste ni de Colmenero. Le pedimos a Marto Pariente que escribiera unas líneas sobre cómo construye a sus personajes, y lo que tenéis a continuación es su visión, tan peculiar y extravagante como sus personajes. Futuros escritores: no esperéis consejos prácticos. Lo que viene a continuación nos plantea más preguntas que respuestas. Y nos deja pensando. Como los buenos artefactos literarios.
Trileros o la mitad de la vaca
―Tres cubiletes, una bolita. Síganla, no dejen de seguirla. Anímense. Fácil. Lo hago otra vez. Usted, sí, usted. Esta va de gratis. Bolita, tres cubiletes, zas, zas, zas. ¿Dónde está la bolita? ¿En el centro, dice? ¿Sí? ¿Seguro? Está bien, veamos.
Un timo funciona, básicamente, como un truco de magia. Luego te sacan la pasta en lugar de una sonrisa, pero el mecanismo siempre es el mismo. De manera que al levantar el vaso, está la bolita.
―¡Vaya, fíjense! Tiene buena vista. Vale, ahora ¿quién se anima? Apuesta mínima un euro, máximo cinco. Barato, barato, fácil, fácil.
El timador común o trilero, suele utilizar ganchos o jugadores blancos; personas compinchadas que aciertan la jugada y se llevan la ganancia de cara a los incautos. Pero el buen mago o timador, trabaja solo. Los propios incautos hacen de gancho, de manera que algunos ganan y otros pierden. Apuestas variadas, de uno a cinco euros. La cuestión está en que al finalizar el trile, el timador gana más de lo que se pierde.
La clave de cualquier truco reside en el espectador. El mago o timador utiliza juegos de manos y distracciones practicadas una y otra vez hasta adquirir el nivel de prestidigitación, pero la magia se produce dentro de nuestras cabezas. No existen espacios vacíos y, cuando estos se producen, los llenamos de inmediato. Creemos ver la bolita bajo el cubilete, la perdemos de vista y aun así seguimos el movimiento de las manos.
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Hay otro tipo de magos, trileros y mentalistas: los escritores, los narradores, los cineastas, en general, los contadores de historias.
« …y se miraron como tontos, HOTEL, la vieja detrás del roñoso escritorio los saludó comprensivamente y qué otra cosa se podía hacer con ese sucio tiempo. […] Olía a blando, a sopa, en la alfombra del pasillo alguien había tirado un líquido azul que dibujaba como un par de alas. La pieza tenía dos ventanas con cortinas rojas, zurcidas y llenas de retazos; una luz húmeda se filtraba como un ángel hasta la cama de acolchado amarillo». Rayuela (1963), de Julio Cortázar.
Todos los que han leído Rayuela y seguido a hurtadillas a la Maga y Oliveira, han pernoctado en este hotel. Envidiable juego de manos del maestro Cortázar. ¿Creen que siguen la bolita? La tenía en su bolsillo hacía un buen rato. Su hotel y el mío, no tienen nada que ver. Nos ha dado la información justa para que nos situemos en el mismo barrio pero, aparte de eso, la vieja del mostrador, la mancha azul y la colcha amarilla que yo he visto, nada se parece a la suya. Hemos rellenado los espacios en blanco. Nos ha embaucado. No somos meros lectores, formamos parte de la historia o mejor dicho, la historia forma parte de nosotros y claro, queremos más.
Ahí reside el truco.
Ahora, les invito a viajar en tren de la mano de Bruno Herrero y su magistral cortometraje Algo que solo Dios conoce. Porque una cosa está clara, asomarse a las páginas de un buen libro es como hacerlo desde la ventanilla de un tren en marcha: solo vemos el perfil de una vaca marrón. ¿Y la mitad que no vemos? ¿Marrón también?
Piensen en ello.