Un grupo de lectoras se unieron para hacer una lectura conjunta de Nunca serás agua, su novela anterior, y se enamoraron del personaje duro y cruel de Tyler Gallagher, el hermano de la protagonista, hasta el punto de que le pidieron una y otra vez a la autora que explicara la historia de este antipático e inflexible teniente del cuerpo de bomberos. Insistieron tanto con mensajes privados en Instagram y con comentarios públicos en cada una de las publicaciones de Patricia A. Miller, que ella acabó aceptando el reto.
«Mis lectoras son mi motor»
Cómo se ha gestado esta novela dice mucho de la cercanía de las relaciones que las lectoras de romántica establecen con sus autoras favoritas «sus impresiones, la libertad para decirme qué les ha gustado y qué no, sus comentarios en redes sociales, los fanart… Todo eso es mi motivación. Sin eso no habría Patricia A. Miller. Ellas son el motor que me impulsa a seguir mejorando». Una relación que se inicia en las páginas de sus novelas, se consolida en las redes sociales «me escriben contándome las emociones que les he despertado, cuánto se han visto reflejadas en mis personajes o cómo les he ayudado a superar situaciones personales con mis novelas. A menudo lo hacen pensando que no les voy a responder y me encanta leer sus expresiones de sorpresa cuando ven mis contestaciones. Y, otras veces, esas conversaciones casuales evolucionan y se convierten en una amistad preciosa», que se desvirtualiza en los encuentros de romántica que proliferan por todo el país, en las presentaciones y en las ferias del libro.
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Una caricia para el alma Las historias románticas son una caricia para el alma, y la autora alicantina tiene claro cuál es la función social de este género: «es que la vida real puede ser muy dura a veces, ¿no crees? Necesitamos ese abrazo de vez en cuando, necesitamos escapar de los problemas por unos minutos. Perdernos en una novela romántica en busca del final feliz es como el que trata de escapar del mundo entre las páginas de un libro de ciencia ficción o el que necesita la adrenalina de un buen thriller».
Y no pierde la ocasión de reivindicar un género que, a pesar de ser mirado con desdén por los suplementos culturales de los periódicos de referencia, suma lectoras cada día y acapara el grueso de las ventas del sector editorial, «esperamos contar con mayor relevancia y consideración. Ya no hablamos de libros vacíos de contenido, si no de grandes historias de amor dentro de grandes historias que merecen ser contadas».
Sus propias heroínas 50 sombras de Grey fue la trilogía más vendida en el mundo en la década pasada, y consiguió, en opinión de Patricia A. Miller, «visibilizar la romántica y erótica, romper tabúes, abrir la puerta a un mundo que estaba sepultado bajo un montón de estereotipos de género». Los gustos de las lectoras se han ido transformando en los últimos años, en parte, por la explosión del feminismo, «mi percepción como escritora es que se nos exige más a la hora de elaborar personajes femeninos alejados de los clichés. Las lectoras buscan protagonistas capaces de ser sus propias heroínas, mujeres en las que verse reflejadas a la hora de afrontar problemas, chicas capaces de elegir el rumbo de sus vidas sin que un hombre las condicione, y eso es maravilloso. Sin embargo, creo que todavía nos queda mucho camino por delante. Sigue entusiasmando demasiado el formato Pretty Woman».
Con altas dosis de intriga En Sobre las luces de Chicago encontramos a Alice, una protagonista fuerte que se enfrenta a una compleja trama de espionaje, el reflejo de lo peor del mundo de la empresa, la estafa y la corrupción, de manera que los conflictos a los que se enfrentan los personajes son tan reales, que su relación tempestuosa está más que justificada. Una novela romántica con altas dosis de intriga, «hay un componente importante de suspense en la vida de la protagonista femenina, algo contra lo que ella va a tener que luchar y que la va a hacer más fuerte si cabe, pero sin desvirtuar el romance». En su octava novela —las últimas cuatro publicadas en Ediciones Versátil— Patricia A. Miller ha conseguido reinventarse de nuevo. En esta ocasión, vuelve a la familia Gallagher y al mundo de los bomberos, pero esta es una novela tan distinta, que puede leerse de forma independiente a Nunca serás agua, «no concibo escribir sin tratar de aportar algo nuevo, algo más trabajado o que llegue a sorprender a las lectoras. Con ambas novelas quise adentrarme en el mundo de los bomberos sin llegar a escribir una historia de bomberos. No quería que la profesión fuera la guía de la novela, sino un complemento para dar volumen a unos personajes ya de por sí intensos y con caracteres fuertes».
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